


En pleno centro de esta ciudad francesa se encuentra un restaurante que gusta mucho a las parejas porque permite comer y/o cenar en una especie de cueva, la cual es acogedora, íntima y cálida a partes iguales.
Es sorprendente que, a pesar de la antigüedad de las instalaciones -las cuales cedieron los jacobinos en el siglo XIII-, todo se mantiene en un estado muy bueno. En gran medida, esto es debido a los procesos de restauración que han tenido lugar, así como a las reformas, especialmente a raíz de haberse convertido en un restaurante en el año 1975.
La calidad se evidencia no solo en los productos empleados para elaborar los platos, los cuales son frescos y respetan la tradicionalidad de la gastronomía francesa. A su vez, también se nota en los vinos, haciendo gala Les Caves de la Maréchale de una bodega muy extensa.
Para poner fin a la velada romántica, os recomendamos fervientemente pedir un postre. Y es que en Les Caves de la Maréchale cuentan con un pastelero, por lo que los postres son elaborados de forma artesanal. Esto se nota en la textura, el sabor y el aroma dulzón.